El nombre milpa proviene del náhuatl milli, parcela sembrada, y pan, encima, lo que se traduce como: “lo que se siembra encima de la parcela”. El sistema milpa es un agroecosistema mesoamericano cuyos principales componentes productivos son el maíz, el frijol y la calabaza (llamados a veces las tres hermanas o también milpa tradicional), complementado por el chile y el tomate en algunas regiones. El sistema milpa es, entonces, tanto el espacio físico, la tierra, la parcela, como las especies vegetales, la diversidad productiva que sobre ella crecen; adicionalmente el sistema milpa es también el reflejo de los conocimientos, la tecnología y las prácticas agrícolas necesarias para obtener de la tierra y del trabajo humano los productos necesarios para satisfacer las necesidades básicas de las familias campesinas e indígenas.
Este sistema productivo de temporal representó el principal proveedor de maíz y otros alimentos para los pueblos originarios de América. Constituyó, por lo tanto, el fundamento de la evolución de las grandes civilizaciones americanas de tiempos prehispánicos. Aunque aún no se conoce el origen geográfico del maíz, se sabe que los pobladores mesoamericanos ya lo cultivaban desde el 2500 a. C., y se puede inferir que desde entonces devino un complejo productivo a través del cual estas sociedades adquirieron conocimientos para la domesticación de esta planta, así como diversos conocimientos sobre el medio ambiente natural y su comportamiento.
A través de las centurias el cultivo de la milpa se fue revistiendo de un significado mucho más amplio que el de simple fuente de alimentación o base de las economías y de la organización social de las sociedades productoras. Ante todo, se fue convirtiendo en un agroecosistema que además de ser “sinónimo de sobrevivencia biológica, de permanencia y reproducción para los habitantes del campo” por cuanto permitió conseguir el sustento, conocer y dominar la naturaleza, significó también un complejo sociocultural que dio origen a un sistema de creencias, prácticas y símbolos cósmicos con el cual las sociedades configuraron su cosmovisión del mundo y de la vida, dotándola de contenido y valores significativos que preceptuaron su integración armónica y equitativa con el mundo natural.
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